No existe un milagro más grande que la vida misma. Fuimos bendecidos con el regalo de ser padres. ¿Cómo podemos expresar a nuestro bebé o hijo pequeño que estamos agradecidos por su presencia en nuestras vidas? Una de las formas más sencillas de demostrar cuánto los amamos es frenar el ritmo durante las actividades relacionadas con el cuidado. Esto significa que durante cada cambio de pañal, cada comida, cada vez que los bañamos, los vestimos o los dormimos, nos movemos a un paso más lento y nos sincronizamos con su ritmo.
Un bebé necesita tiempo para ajustar su cuerpo a lo que le estamos pidiendo. Cuando le anticipamos qué es lo que va a pasar, puede relajar su tono y participar en su cuidado en lugar de ser un receptor pasivo. No queremos que se sienta como un objeto. Podemos decirle algo como: “Ahora voy a vestirte” y esperar un poco. Cuando le ponemos su suéter calientito, podemos decirle: “Voy a poner esta manga en tu brazo” y dependiendo de su etapa de desarrollo infantil, podríamos esperar a que nos dé su brazo. Después le pedimos que nos dé su otro brazo y esperamos su respuesta física. Este proceso requiere paciencia y nunca se debe hacer deprisa. Es nuestro trabajo ofrecer a nuestros bebés y niños pequeños un inicio tranquilo y todo empieza con que el adulto frene el ritmo y siga las pistas individuales que cada niño muestra de que está preparado.
Si seguimos este proceso, estamos mostrando receptividad y presencia por medio de nuestros movimientos articulados y tono de voz suave, ofrecemos a nuestros bebés una invitación para participar y ser cocreadores de su cuidado. Frenar el ritmo puede tardar unos cuantos minutos más que el cuidado rápido. Aun así, el resultado es un bebé con confianza; que está dispuesto a darnos su disposición y atención y así descubrir placer en la relación. Es una inversión de tiempo con resultados positivos infinitos.
Elsa Chahin
Asociada de RIE y Gerente de Pikler/Loczy Fund USA.